El ligamento colateral lateral (LCL) es una estructura que estabiliza la zona lateral (exterior) de la rodilla y conecta el hueso del muslo (fémur) con el peroné (el más pequeño de los dos huesos de de la pierna, que se encuentra en el exterior). Evita que las fuerzas aplicadas en el lado interno de la rodilla abran la articulación por la región externa.
Anteriormente era conocido como “el lado oscuro de la rodilla” porque los médicos no tenían una comprensión clara de la anatomía y la biomecánica. Ahora es una causa reconocida de discapacidad y disfunción. Estudios anatómicos y biomecánicos recientes han ayudado a desarrollar nuevas técnicas quirúrgicas para reconstruir los ligamentos desgarrados en su ubicación anatómica (justo donde pertenecen). Hay tres estructuras principales que comprenden el ángulo posterolateral de la rodilla: el LCL, el tendón poplíteo y el ligamento popliteoperóneo.
Todas estas estructuras trabajan juntas para estabilizar el exterior de la rodilla. El LCL es como una cuerda apretada que evita que la rodilla se abra por el exterior. El tendón poplíteo y el ligamento poplíteoperóneo evitan que la tibia gire externamente (hacia afuera) sobre el fémur (hueso del muslo).
Las lesiones pueden ocurrir de varias maneras, incluido el contacto (es decir, golpear el interior de la pierna, accidente automovilístico) o lesiones sin contacto como al caer sobre una rodilla hiperextendida, (la rodilla se dobla en la dirección opuesta), por ejemplo en casos de gimnastas o personas con sobrepeso. Estas lesiones permiten que la parte externa de la rodilla se abra (brecha en varo), así como el aumento de la rotación externa de la parte inferior de la pierna (tibia).
A veces, el nervio que está muy cerca de todas estas estructuras (el nervio peroneo común) puede verse afectado. Esta es una lesión altamente debilitante que debe ser evaluada lo antes posible por un cirujano experimentado. Esta lesión a veces puede provocar una caída del pie (no puede levantar el pie / dedos del pie hacia el techo) porque el nervio está dañado. A veces, el nervio puede descomprimirse restaurando la función completa. A veces se daña permanentemente, y se puede hacer una transferencia de tendón (transferir un tendón desde otra parte de la rodilla) para ayudar con la caída del pie y facilitar el caminar.
Los pacientes pueden presentar hinchazón y dolor en el exterior de la rodilla. Los casos que no fueron diagnosticados en el momento de la lesión inicial, pueden presentar dificultades para detenerse rápido al correr, o sensaciones de inestabilidad al cambiar de lado.
La mayoría de las veces las lesiones no sanan por sí solas. Por lo tanto, estas lesiones deben verse y tratarse rápidamente para lograr los mejores resultados. Para lesiones grado I y II se pueden utilizar las infiltraciones con Plasma rico en plaquetas (PRP) en pacientes que precisen adelantar y asegurar la reparación de los mismos.
Las lesiones del ángulo posterolaterales completas, grado III, ocurren con lesiones en otros ligamentos de la rodilla. Cuando se involucran ligamentos adicionales, se requiere reconstrucción quirúrgica para restaurar la anatomía.
Una combinación de un examen físico completo, rayos X especiales y resonancia magnética son de suma importancia para diagnosticar estas lesiones. Una radiografía especial que será realizada para determinar la gravedad de su patología se llama radiografía de estrés. Estas radiografías especiales permiten cuantificar y diagnosticar objetivamente (en base a umbrales validados) una lesión del ángulo posterolateral con precisión milimétrica.
Los desgarros de grado 1 y 2 pueden tratarse sin cirugía con fisioterapia, mientras que los de grado 3 casi siempre deben tratarse con cirugía. Cuando hay una rotura completa del LCL, o cuando todas las estructuras del ángulo posterolateral de la rodilla están lesionadas, la cirugía debe realizarse dentro de las primeras dos semanas después de la lesión, y una vez que se haya recuperado el rango de movimiento. Este es el mejor momento para reparar las estructuras, antes de que se forme una cicatriz significativa o que los tejidos se debiliten. La posición y la alineación de la rodilla también pueden restaurarse anatómicamente (volver al estado normal) durante ese período de tiempo, en lugar de retrasarse y permitir que la rodilla sane en una posición anormal. Las recientes técnicas de reconstrucción han permitido a muchos pacientes volver a actividades de alto nivel.
Restaurar la anatomía (reponer todas la estructuras donde corresponde) puede producir mejores resultados. Hay múltiples técnicas descriptas. Sin embargo, será realizada una técnica que restaura todas las inserciones nativas del ángulo posterolateral, lo que permite un rango de movimiento temprano y ha demostrado tener excelentes resultados.
Dependiendo de la gravedad de la lesión y los daños asociados, la recuperación puede demorar entre 6 y 12 meses. La fisioterapia comienza el día 1 para trabajar en el rango de movimiento. Los pacientes no deben soportar peso (o muy poco peso) durante las primeras seis semanas después de la lesión. Luego inician un programa de carga de peso parcialmente protegido (con muletas) en el punto de seis semanas, y pueden quitarse las muletas cuando pueden caminar sin renguear. La resistencia y el fortalecimiento pueden iniciarse en la segunda fase de la rehabilitación. Los ejercicios de agilidad comienzan a los 4 meses junto con la progresión de la carrera si las etapas anteriores han sido exitosas.